(Ribadesella 1776 – Madrid 1843)
Si hay un personaje destacado dentro de la política española del siglo XIX, ese es Agustín de Arguelles. Hombre de gran locuacidad y oratoria -lo que le valió el sobrenombre de “El Divino”- tuvo un activo protagonismo en el nacimiento del constitucionalismo español, gracias a su participación en la elaboración del texto más importantes de la época, la Constitución de 1812, y de los principios liberadores que ésta proclamaba.
Natural de Ribadesella, se especializó Cánones y Leyes por la Universidad de Oviedo, desarrollando parte de su trayectoria profesional en Barcelona, como secretario del obispo, y en Madrid, como oficial de La convalidación de Vales Reales.
En 1806 es enviado a Londres, como comisionado con el fin de establecer una alianza con Inglaterra en contra del poder de Napoleón. Esto le permite entrar en contacto con la constitución inglesa y conocer a dos asturianos también comisionados por la Junta Suprema, el Conde Toreno y De la Vega Infanzón.
En 1809 regresa a España y tras un pequeño intento de alistamiento en el ejército, marcha a Sevilla donde sería nombrado Secretario de la Junta preparatoria para la reunión de Cortes, en las que participó en calidad de Diputado por Asturias (nombramiento otorgado en octubre de 1810).
Como buen defensor de los principios liberadores, abogó por la defensa de la libertad de prensa, la abolición de la esclavitud o la abolición del tormento, tal y como expuso en algunas de sus intervenciones en las Sesiones de Cortes, siendo el encargado de redactar y leer ante las Cortes el Discurso Preliminar del proyecto de Constitución.
Pero con la Reacción Absolutista de 1814, y la vuelta de Fernando VII, muchos pensadores liberales son sometidos y perseguidos por su ideología. Argüelles será encarcelado y condenado a seis años de presidio, primero en Madrid, luego en Ceuta y por último en Alcudia (Palma de Mallorca). Allí se encontraba cuando le sorprendió la revolución de 1820.
Con el triunfo del pronunciamiento de Riego, será liberado y nombrado ministro de Gobernación, para posteriormente ocupar el cargo de presidente del Gobierno. Pero los incesantes roces con el rey, precipitan su abandono y marcha a Inglaterra.
De nuevo en España, vuelve a la escena política, siendo elegido otra vez diputado por Asturias para las Cortes de 1822-23, aunque la llegada de las tropas de los Cien Mil Hijos de San Luis y el fin del Régimen Liberal, le obligan a abandonar precipitadamente de nuevo España y marchar a Inglaterra.
En 1834, muerto ya Fernando VII, regresa y es nombrado procurador en las Cortes del Estatuto Real, participando activamente en la redacción del nuevo proyecto constitucional de 1837. Continua su trayectoria política, así es nombrado presidente del Congreso en 1841, y ya con el destierro de la reina Mª Cristina, es propuesto como Regente, posición que no ocupará al ser elegido como tal el general Espartero, aunque si ostentará un cargo oficial como tutor de las infantas Dª María Luisa Fernanda y Dª Isabel (futura Reina), ante la ausencia de su progenitora.
Falleció en Madrid en la madrugada del 27 de marzo de 1844, en la más absoluta pobreza, aunque será recordado para la historia como una de las figuras más insignes de las Cortes de Cádiz.